La red de satélites Starlink ha cambiado la forma en que el mundo entiende la conectividad. Pero, tras años orbitando sobre nuestras cabezas, llega un momento inevitable: su despedida. La vida útil de un satélite Starlink no solo revela la ingeniería detrás de su ascenso, sino también el arte cuidadosamente calculado de su regreso al cielo.

Nacer en órbita
Cada satélite Starlink inicia su historia con un lanzamiento meticuloso. Propulsados por cohetes Falcon 9, alcanzan una órbita baja terrestre, donde se unen a la constelación que proporciona internet global. Una vez desplegados, los satélites ajustan su posición, activan sus paneles solares y comienzan su misión de transmisión.
Estos dispositivos, que pesan poco más de 260 kilos, están diseñados para operar durante unos cinco años. Su vida útil depende de la exposición al Sol, la fricción atmosférica y la degradación natural de sus componentes.
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La vida en el espacio no es eterna
A diferencia de los satélites tradicionales, Starlink adopta una estrategia sostenible: no permanecer indefinidamente en órbita. Cuando alcanzan el final de su ciclo operativo, comienzan una maniobra controlada para descender gradualmente hacia la atmósfera.
El proceso se conoce como desorbitación. Utilizando su propio sistema de propulsión iónica, los satélites reducen su altitud hasta alcanzar un punto crítico donde el calor de la reentrada los desintegra casi por completo. Es una coreografía de precisión que evita la acumulación de basura espacial.
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Renovar el cielo: la constelación en movimiento
La desintegración de un satélite no significa pérdida, sino renovación. SpaceX reemplaza constantemente las unidades antiguas con modelos más eficientes y resistentes. Así, la constelación se mantiene joven, actualizada y en expansión.
En la actualidad, miles de satélites Starlink orbitan a diferentes alturas, conformando una red que cubre casi todo el planeta. Este ciclo continuo de lanzamiento y reentrada refleja una visión dinámica del progreso tecnológico: una infraestructura viva que se adapta al tiempo.
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Un desafío que mira hacia el futuro
La gran pregunta no es solo cuánto duran, sino cómo manejamos su legado. Las reentradas masivas plantean desafíos ambientales y de seguridad. Aunque la mayoría se desintegra completamente, algunos fragmentos pueden sobrevivir y alcanzar la superficie terrestre.
La industria espacial trabaja en protocolos más seguros y materiales que se degraden por completo durante la reentrada. El objetivo es simple: mantener limpio el espacio mientras se mantiene la promesa de un internet global.
Cada satélite Starlink que se apaga marca un recordatorio de lo efímero y grandioso del ingenio humano. Suben al cielo con propósito, cumplen su misión y caen con elegancia.
Fuente consultada: Mercado.com.ar